El título de la entrada está entrecomillado. Lo hago porque es la entradilla de la entrevista a Issabella Rosselini que aparece en el diario EL MUNDO de hoy, 29 de marzo. Obviamente, la frase es suya.
Hija del cineasta Roberto Rossellini y de la actriz Ingrid Bergman, nació en Roma en 1952. Cumple, por tanto, sesenta años y se ha atrevido a rodar la película 3 veces 20 de próximo estreno en España, una fábula dirigida por Julie Gavras sobre, precisamente, la vejez. Sin complejos, sin miedos, sin alardes, la modelo, actriz y ahora también directora no tiene reparo en declararse, a sus casi 60 años, oficialmente vieja. Que no cansada.
¡Bien por Issabella!
Probablemente una de las mujeres más bellas y fotogénicas del cine de todas las épocas, podemos verla y admirarla con veinte años y con sesenta en las fotografías que ilustran el blog de hoy. Pero más admirable me parece a mí la manera que tiene de llevar sus años y declararse vieja en un mundo y una época en la que la vejez está tan poco considerada que hemos tenido que recurrir a la perífrasis de la Tercera Edad, denominación tan cursi como carente de rigor. Para la Organización Mundial de la Salud la vejez comienza a los sesenta y cinco años y se llega a ella después de unas cuantas etapas que no mencionaré por no aburrirles.
Ni tampoco nos vamos a aburrir hablando de las implicaciones sociológicas de lo que hoy representa el sustantivo joven, aplicado como adjetivo (que también lo es) a cuanta cosa queremos ponderar sea lo que sea y, si no lo es tanto, pues le damos una manita de fotoshop y ¡hala, a vender, que es de lo que se trata!.
Issabella está muy equivocada; no es vieja, es simplemente mayor. Luego viene ser viejo y quizá, aún más tarde, anciano. Esperamos llegar a ello y que esta mujer lo haga con salud.
Muy interesante, Joaquín. Recientemente leí un artículo sobre la "juvenilización" de la sociedad. Y es verdad. Vivimos una época donde el modelo es el adolescente, el cuerpo joven, el ritmo de vida sin obligaciones, un eterno estado de Peter Pan. Saber crecer es sinónimo de cordura personal y social.
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