viernes, 6 de abril de 2012

Procesiones


Friso del Partenón

 Sin lugar a duda, si a un residente en España le preguntamos qué es lo más característico de la Semana Santa contestará que las procesiones. Están por doquier del territorio nacional, están en los informativos de la mañana, mediodía y noche, incluso están en las redes sociales como trend topic. España esta semana es una procesión, hasta el punto de que los espíritus fuertes necesitan hacer su propia procesión atea que es algo así como querer hacer una tortilla sin romper huevos.

Las procesiones son probablemente tan antiguas como las religiones, entendidas como conjunto de creencias y prácticas rituales de grupos de personas y tenemos constancia de ello desde la más remota antigüedad. En un maravilloso trozo del friso del Partenón, que como todos ustedes saben está en el British en lugar de en algún museo de Grecia, podemos contemplar las encantadoras figuras que representan la procesión de las panateneas, la más importante festividad religiosa de la Grecia Clásica.

Pero vamos a “las nuestras”, las que tenemos alrededor; veamos cual es su historia y significado. Se equivocaría quien pensara que la clerecía se confundiera con el pueblo desde su posición dominante en el Imperio a raíz del Edicto de Tesalónica otorgado por Teodosio en el 380. El clero constituyó durante muchos siglos una casta apegada al poder político mucho más atenta a conservar y ampliar sus privilegios que a la tarea de apacentar su rebaño. Quizá precisamente por eso, porque el pueblo ignorante, analfabeto y embrutecido eran ovejas que se dejaban llevar sin muchos problemas y a la descarriada no se la iba a buscar y se la traía amorosamente en brazos como hace el Buen Pastor; se la mataba y, a ser posible, con una muerte pública y cruel.

Las cosas cambian en la Baja Edad Media. En los siglos XIV y XV, la aparición y difusión de las órdenes mendicantes supuso un cambio en la vivencia religiosa de los fieles, pues estas órdenes pretendían un acercamiento de lo sagrado al pueblo, y el adoctrinamiento y enseñanza de éste en los misterios de la fe.

Y aún más tarde, a raíz de la Reforma y el Concilio de Trento es cuando las procesiones adquieren una enorme importancia, cuando la Iglesia Romana ve en este tipo de actos un poderoso instrumento de evangelización y persuasión, en un marco donde el impacto visual de la imagen era más efectivo que la simple lectura de relatos bíblicos. En España surje una escultura tremendamente realista, cuyas señas de identidad son la talla completa, el dolor expresado con abundancia de sangre, un profundo dinamismo, la caricaturización de los personajes malvados, el intenso modelado y unos rostros con fuerte expresividad. Por alguna misteriosa razón el Barroco se convierte en el arte español por excelencia, tan español como la Fiesta de los Toros o Pablo Ruiz Picasso.

La necesidad de manifestar públicamente estas adhesiones religiosas conduce inexorablemente a las procesiones en las que el sentimiento religioso y la emotividad, invade fácilmente los corazones de quienes en ellas participan rodeados por un extraordinario conjunto de figuras, luces, músicas, cánticos, colores y hasta olores.

Esta es nuestra España. Bien que no estaríamos en el siglo XXI si no uniéramos todo esto a un cierto sentido mercantil entendido como lo que se ha venido en llamar, desde que lo descubriera don Manuel Fraga (q.e.p.d.), interés turístico. Las procesiones de doce ciudades españolas están declaradas de Interés Turístico Internacional y actualmente está en tramitación su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Mi consejo: déjense ustedes de intentar racionalizar mucho todas estas cosas, olvídense de esto que han leído (si hasta aquí ha llegado el sufrido lector) y sumérjanse en las procesiones que tengan ustedes más a mano. Mejor si son las de su pueblo o ciudad natal.

NOTA: Un seguidor tan versado en el arte de escribir como por mí querido, me advierte que en la entrada de hoy he copiado algún trozo de Wikipedia. Así es y lo digo sin rebozo. Mi blog no pretende ser ciento por ciento original en sus textos. Pretende ser original, en la medida de mis posibilidades, en la corta reflexión sobre las cosas que nos rodean. No obstante, para evitar malos entendidos entrecomillaré en adelante los párrafos que no sean originales míos citando su autor o procedencia.


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