Esta fotografía ha sido tomada y difundida hacia los cuatro puntos cardinales por la Syrian Arab News Agency (SANA) es decir, la agencia de noticias nacional y oficial del Estado Sirio. En ella vemos a Bashar Asad rezando en una mezquita de Damasco junto al muftí Ahmad Hasun y el objeto de tal difusión es, obviamente: "Asad reza a Alá, Asad cumple los mandatos del Corán, Asad es bueno".
El caso es que, como decíamos, las buenas intenciones de la SANA puede conducirnos al infierno de la verdad. Para quienes tenemos algún sentido crítico, la fotografía no nos puede causar más que repulsión. Un presidente que masacra a su pueblo viene a la mezquita para lavarse las manos pero, desde los tiempos de Pilatos, esto no está muy bien visto. Tiene en esas manos blancas vueltas hacia el cielo el tinte rojo de la sangre de millares de personas, adversarios políticos muchos de ellos, pero también miles de inocentes, niños, mujeres u hombres ¡qué más da!. No en vano el muftí que ora a su izquierda ha dictado una fetua en la que se manda matar a todo aquel que se interponga entre Asad y Alá, entre Asad y el Poder.
Una vez más, como casi siempre desde el origen de los tiempos, los dioses se ponen del lado del poder; no importa mucho cómo este sea. No nos engañan: su reino sí es de este mundo.
En otro mundo están quienes tienen hambre y sed de justicia, los pacíficos, los que lloran, sean musulmanes, cristianos, budistas o quienes sean.
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