Hace muchos años, quizá cerca de cincuenta, unos profesores editaron un libro en el que recogían muchos y variados disparates que habían tenido la suerte (o quizá desgracia) de ver en el ejercicio de su docencia. La Antología del disparate tuvo un éxito descomunal.
Se me vino ayer noche a la cabeza viendo, en el diario de la noche de TVE, las imágenes de unos operarios que sacaban de un colegio todo tipo de enseres: estanterías, mesas, sillas, pizarras y etc., (entre los que se cuenta un potro de gimnasio) para meterlos en un camión mientras se nos informaba de que tales imágenes correspondían a una orden de embargo dictada por el Juzgado 19 de lo Contencioso-Administrativo. El embargo debería llevarse a cabo entre las nueve de la mañana y las seis de la tarde: exactamente las horas lectivas. Todo ello dirigido por el Inspector de la Seguridad Social Andrés Ruiz.
El Colegio Santa Illa, que tal es del que hablamos, es un centro privado, laico y bilingüe, propiedad de una empresa familiar que lo fundó en 1959. Hoy tiene 160 alumnos de 3 a 17 años que abonan la respetable cantidad de 400 euros al mes solo por el concepto de matrícula.
El Director del centro, Ignacio Santa, reconoce que arrastra impagos con la Seguridad Social desde ¡principios de los años noventa! y hoy suman la cantidad de 992.263 euros. También admite que el mes de diciembre le llegó un auto del Juzgado en el que se le avisaba de un posible embargo.
Los padres estaban al corriente de la situación. Algunos de ellos, en paro, no pagaban al Colegio y todos, paganos o no, estaban indignados. He entresacado uno de los muchos comentarios que circulan por ahí, el de Miguel Castillo: "No me importa nada la deuda del centro ni sus problemas con la Seguridad Social, es como si un barco tiene deudas y tiran a los pasajeros por la borda".
A última hora, han intervenido Lucía Figar, Consejera de Educación y la Ministra de Empleo y Segurida Social, Fátima Báñez.
Yo me pregunto cómo es posible tanta locura junta y, como en la novela "Los diez negritos" de Agatha Christie, vayan ustedes juzgando uno por uno y respondan ¿quién es el asesino?: a) el Director General de la Tesorería de la Seguridad Social; b) el titular del Juzgado; c) el Director del colegio; d) los padres de los alumnos.
La que no tenía ninguna culpa era la niña de seis años que lloraba desconsolada en el pasillo porque se habían llevado su pupitre.