A la izquierda: San José y el niño de
Bartolomé Esteban Murillo.
A lo largo de toda mi infancia y hasta bien entrada la juventud, el día 19 de marzo era un día de especialísima celebración; se diría que un día mágico por cuanto, no se sabe cómo, aparecían tartas por doquier que hacían la felicidad de los ocho hermanos que éramos.
¿Qué celebrábamos?: no el Día del Padre sino el día de mi padre que se llamaba José. Aquella acumulación de tartas obedecía, aunque de pequeñín no lo supiera, a la arraigada costumbre (entonces) de que los clientes hicieran regalos a sus abogados, cosa que era mi padre y no malo. Por otra parte, imagino que para él no tendría más ni mejor sentido celebrar un Día del Padre, cosa de reciente invención. En efecto, la fiesta se celebró por primera vez en España el 19 de marzo de 1948, el año que yo nací, por cierto. Manuela Vicente Ferrero, ¨Nely", era maestra de la Escuela del Barrio de Belmonte, en Madrid. Manuela decidió celebrar por primera vez en su escuela una jornada festiva con la que agasajar a los padres de sus alumnas a petición expresa de algunos de ellos que estaban "celosos" de la celebración del Día de la Madre . Aquella primera jornada en honor de los padres, incluía: misa, entrega de obsequios elaborados manualmente por las niñas y un festival infantil con poesías, bailes y teatro. Sus convicciones religiosas la llevaron a pensar en la idoneidad de elegir la fecha de la onomástica de San José, considerándole modelo de padres y cabeza de la familia cristiana.
En todo caso, la idea de Manuela tuvo como gran valedor al entonces director gerente de Galerías Preciados, Pepín Fernández, quién en 1953 propagó la idea con una campaña en prensa y radio. Más tarde se sumó su gran competidor, Ramón Areces, por entonces director gerente de El Corte Inglés. España entraba en la modernidad sin ni siquiera haber pasado por el Plan de Estabilización que vendría seis años más tarde de la mano de Laureano López Rodó.
Además, en aquella época había cosas que estaban claras para todos y, aunque
Padre se podía decir de no pocas cosas (i.e.: Padre de la Patria, Padre espiritual, etc.) todas ellas lo eran en sentido figurado del esencial: "varón que ha engendrado" como todavía podemos leer en el DRAE. Para engendrar se necesitaba una mujer (aunque no necesariamente la propia) que ponía una parte importante en la gestación y alumbramiento de las criaturas. Pero, ¡ay, amigo, que lejos estábamos de pensar siquiera que eso fuera una gran incorrección!.
Tendrían que pasar la friolera de cincuenta y siete años para que de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero se aprobara por Ley el matrimonio homosexual y el derecho de éste a la adopción. En cuanto al primero, expresión perfecta de la figura retórica conocida como pleonasmo, imagino los esfuerzos mentales del entonces ministro de Justicia, López Aguilar, para salir airosamente de las dificultades que tendría para adaptar el lenguaje (¿jerga?) burocrático a este adelanto civilizatorio. Así, por ejemplo, resulta que en los Libros de Familia que daban en el registro Civil ponía: MARIDO-MUJER. Pero como Dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos, el Espíritu Santo iluminó a algún probo funcionario y se decidió poner, en lugar de la antítesis dicha, la cosa "Cónyuge A" y "Cónyuge B". Perdóneme el lector que utilice palabra tan genérica y poco precisa como "cosa", pero no se me ocurre otra mejor porque el Espíritu Santo se nos ha ido de puente.
En fín, el lunes 19, onomástica de San José, creo que celebraré el santo de mi padre, que en Gloria esté, porque lo de celebrar el Día del Progenitor B no me apetece nada.
NOTA: la fotografía de abajo y a la derecha la he obtenido en la Red y se corresponde con la de un matrimonio homoparental con su hijo adptado. Espero sinceramente no vulnerar con su utilización el derecho a la intimidad de las personas.